UN PASO A LA VEZ
La creación de la huerta escolar comenzó como un desafío lleno de incertidumbre. Al principio, las herramientas se sentían pesadas en nuestras manos, la tierra parecía impenetrable, y las ideas de cómo organizar cada planta no terminaban de germinar. Cada paso que dábamos estaba lleno de preguntas y dudas. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, algo mágico sucedió: las dificultades iniciales se convirtieron en una aventura compartida. Las risas comenzaron a llenar el aire mientras descubríamos que no solo estábamos sembrando semillas, sino también amistades y experiencias.
Con el tiempo, el esfuerzo dio sus frutos. Un día, al regresar a la huerta, encontramos mariposas danzando entre los primeros brotes. Fue un momento de conexión profunda con la naturaleza, un recordatorio de que la paciencia y el trabajo en equipo siempre traen belleza. Las mariposas se convirtieron en un símbolo de transformación, de cómo algo que parece insignificante al principio puede florecer en algo maravilloso.
Hoy, la huerta sigue siendo un espacio de aprendizaje constante. Cada planta que crece nos enseña algo nuevo sobre el cuidado, la dedicación y el respeto por la naturaleza. Día a día, descubrimos que la tierra tiene su propio ritmo, y nosotros aprendemos a seguirlo. Lo que comenzó como un reto, se ha convertido en una experiencia enriquecedora que nos conecta no solo con la naturaleza, sino también con nosotros mismos y con quienes compartimos esta maravillosa aventura.
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